Desde
2007, el último sábado de marzo de cada año se celebra La hora del planeta. Este año 2012 se realizará el próximo sábado
31 de marzo, entre las 20:30 y las 21:30 horas. Se trata de un evento
internacional promocionado por el World Wide Fund for Nature (WWF), que
consiste en un apagón eléctrico voluntario, en el que se pide a hogares y
empresas que apaguen las luces y otros aparatos eléctricos durante una hora.
Con este evento se pretende concienciar a la sociedad sobre la necesidad de
adoptar medidas frente al cambio climático antropogénico y las emisiones
contaminantes, así como ahorrar energía y aminorar la contaminación lumínica.
Según los organizadores del evento internacional, apagar o reducir la energía
en negocios, casas, y otros lugares, resultará en la bajada de las emisiones de
CO2.
Uno de los
lemas de la campaña dice Apaga la luz,
enciende el planeta. Dicen que es un gesto que dura 60 minutos, una hora en
la que en los hogares debemos apagar nuestras luces, quedarnos a oscuras un
ratito tan solo para testimoniar nuestro compromiso para reducir las emisiones
de CO2, para ayudar a evitar el más que controvertido Cambio Climático… Como
gesto está bien, pero hace falta algo más. ¿Qué hacemos durante esa hora a
oscuras, aparte de mirar al cielo y apreciar como pocas veces, un firmamento
estrellado que se multiplica, gracias a la ausencia de contaminación lumínica
durante esa hora, y eso si es que no está nuestro cielo nublado?
Si
toda la Humanidad, o gran parte en la mayoría de nuestras ciudades, aprovechara
esa hora a oscuras, encendiendo si acaso unas velitas que
acompañaran una meditación, o una reflexión en un alto en el camino de nuestras
ajetreadas vidas, los resultados serían sorprendentes. Podría darse una curiosa
paradoja. Porque puede que estando a oscuras, en la penumbra de unas velas,
accediéramos a un estado de conciencia diferente, limpio y verdaderamente
despierto, alerta, consciente del momento presente, del aquí y ahora, auténtica
sensación de estar vivos, conectados a nuestro verdadero Ser. Paradoja, porque
suele ocurrir que durante el ajetreo de nuestros quehaceres cotidianos, ya sea acompañados de la luz del día o de nuestras luminarias domésticas más allá del atardecer, estamos la mayoría de las veces a oscuras en lo que a la Consciencia se refiere, absortos en la cadena imparable de actividades, o sumergidos en el murmullo interminable de nuestros pensamientos…
Esas luces animadas por la electricidad, son un opaco reflejo de otra Luz infinitamente más potente, cuyo precio no está exigido por una factura monetaria de una gran compañía eléctrica. No, esa otra Luz requiere el precio del compromiso nada económico de estar conectados a la red de nuestro Ser Interno, de nuestra Consciencia intangible. Una hora, una hora tan solo puede bastar para iluminar el resto de nuestras vidas, si apretásemos el botón de una linterna que focaliza con su Luz cada acto de nuestras vidas, cada pensamiento, cada sentimiento, que arroja Luz de comprensión también sobre nuestra propia sombra, a ese lado oscuro que se manifiesta con el ropaje de la inconsciencia, del sueño, de la sinrazón, de nuestros defectos…
Esas luces animadas por la electricidad, son un opaco reflejo de otra Luz infinitamente más potente, cuyo precio no está exigido por una factura monetaria de una gran compañía eléctrica. No, esa otra Luz requiere el precio del compromiso nada económico de estar conectados a la red de nuestro Ser Interno, de nuestra Consciencia intangible. Una hora, una hora tan solo puede bastar para iluminar el resto de nuestras vidas, si apretásemos el botón de una linterna que focaliza con su Luz cada acto de nuestras vidas, cada pensamiento, cada sentimiento, que arroja Luz de comprensión también sobre nuestra propia sombra, a ese lado oscuro que se manifiesta con el ropaje de la inconsciencia, del sueño, de la sinrazón, de nuestros defectos…
Salvemos al planeta, otro lema que
denota la ignorancia y el orgullo humanos. Seguimos erigiéndonos en los reyes
de la Creación hasta cuando queremos tener gestos tan aparentemente nobles,
como es este evento del 31 de marzo. Creemos que podemos destruir la Tierra, y
también creemos que podemos salvarla, como si el planeta no contase para nada, no
decidiese nada al respecto, como si fuese una simple esfera que hubiese tenido
la mala suerte de albergar y soportar al género humano… No comparto este lema
de Salvemos al planeta, no es
respetuoso con la propia Tierra porque desprecia su verdadero poder, y porque supedita a la misma al poder absoluto del Ser Humano.
Ya
hemos comentado muchas veces que la Tierra es un ser vivo, que así la han visto
y la ven muchas culturas nativas de diversas partes del mundo, que incluso
algunos científicos, como es el caso de Lovelok, consideran que este cuerpo
planetario conforma un todo en evolución, cuyas diversas formas de vida están
interrelacionadas… Es una Madre que alimenta y da vida a todos sus hijos e
hijas, incluido el género humano. Decir que la Tierra tiene su propia
consciencia, que es un ser vivo en sí misma, puede suponer para muchos hoy día
una auténtica herejía científica. También sabemos que las herejías científicas
del momento, luego han sido muchas veces hipótesis razonables, para finalmente convertirse
en incuestionables realidades.
Esos
60 minutos pueden servirnos para comprender que llegó la hora del planeta, pero no en el sentido de ese concepto de
efímera fracción horaria, dentro del estrecho espacio de un solo día de nuestro
calendario anual. Llegó la hora del
planeta es el lema alternativo y que vuela alto, la comprensión y apuesta
personal de cada uno por un nuevo paradigma, el de la Conciencia Planetaria, la
aceptación humilde de nuestra condición de humanos dentro de una única y gran
familia, y que compartimos esta bella casa cósmica que es la Tierra, junto a
otras tantas familias de animales, vegetales y de todos los reinos de la Naturaleza.
Que
la Luz te ilumine en esa hora de oscuridad del 31 de marzo, si es que decides participar.