viernes, 1 de julio de 2011

Conciencia del nuevo paradigma energético

                                                  Basura y plásticos sobre el Pacífico

El petróleo, esa sangre de la Tierra formada desde la paciencia geológica de millones de años, está siendo extraído despiadadamente por nuestra civilización actual, y utilizado para mover una loca maquinaria llamada el progreso. Etimológicamente progreso quiere decir acción de ir hacia adelante, avance, adelanto, perfeccionamiento. Nada más lejos de la realidad, a menos que nos refiramos a nuestros medios de transporte, los que se desplazan a diario por millones sobre los asfaltados continentes y que consumen ingentes cantidades de combustible, elemento natural del planeta químicamente refinado para dar satisfacción inconsciente y efímera a nuestra insaciable hambre de consumo.

Cada pozo petrolífero es una jeringuilla clavada en la piel de la Tierra, que la debilita despiadadamente, mientras sus quejidos y manifestaciones de dolor son oídos por muy pocos, aunque cada vez son más lo que van comprendiendo que los hidrocarburos, los ríos, las corrientes de aguas subterráneas, el magma, las especies botánicas y animales, son todas manifestaciones vitales de un cuerpo planetario. Nosotros los humanos, parece que hemos olvidado esta digna pertenencia.

Estamos plastificando nuestro mundo, nuestras vidas y nuestra conciencia. El término plástico nombra ciertos tipos de materiales sintéticos obtenidos mediante fenómenos de polimerización o multiplicación semi-natural de los átomos de carbono en las largas cadenas moleculares de compuestos orgánicos derivados del petróleo y otras sustancias naturales. Detrás de esta definición técnica y científica se esconde otro producto estrella que ejemplifica nuestro alocado progreso, y aunque útil para el desenvolvimiento de nuestra vida diaria, en no pocas ocasiones los plásticos en forma de botellas, bolsas, etc., son vertidos a la tierra y al mar, convirtiéndose este problema en una amenaza global para el medio ambiente. Japón, por ejemplo, vierte cada año unas 150.000 toneladas de residuos de plástico al mar. Su acumulación forma enormes extensiones de residuos que surcan sobre las aguas de los océanos. Se sabe que en el Pacífico existe una isla de basura que tiene una superficie equivalente a Francia.

La degradación del plástico libera al parecer una sustancia llamada bisfenol, que supone una gran amenaza para la salud, ya que puede desequilibrar las hormonas de los animales y afectar a su sistema reproductivo. Esto es especialmente delicado, pues no hace falta recordar que la pesca es otro de los ejemplos de la voracidad humana, afectando por tanto a toda la cadena trófica.

Supone una estupidez y una crueldad contra nuestra Madre Tierra, el extraerle de esa manera su sangre vital, y que en este caso nosotros llamamos científicamente hidrocarburos o petróleo, cuando esa misma Tierra nos ofrece generosamente otras fuentes de energía como puedan ser por ejemplo el viento y las olas de sus mares, sin despreciar la maravillosa energía que nos regala nuestro Padre Sol y que llamamos energía solar o fotovoltaica.

Algunas voces científicas y muy sabias dicen en cambio que estas fuentes de energías renovables no son suficientes para mover la maquinaria de nuestra civilización, de esta Humanidad. Evidentemente que no, y no por defecto de esas fuentes naturales de energía, sino por exceso de nuestra actividad consumista. Tenemos que reajustar nuestros ritmos biológicos de consumo energético al ritmo que nos marca el Orden Natural y Cósmico. Tenemos que abandonar de una vez nuestra actual condición humillante de parásitos del planeta, y elevarnos a la digna condición de hijos que se nutren con suficiencia y responsabilidad de su Madre Tierra.
Francisco Pérez Paulete.

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