viernes, 29 de abril de 2011

Poesía: "El viento y el Espíritu no tienen fronteras"


Aquí os dejo un poema que escribí hace algunos años, inspirado en la Naturaleza y en ese lado luminoso del Ser Humano, no accesible para nuestras propias limitaciones y divisiones:

¿Dónde está la frontera de mi Corazón,

dónde el límite de tu Esperanza?
¿Tiene patria el Amor,
o acaso pasaporte el Sol que calienta cada recodo de las riberas?
El rocío de la mañana no tiene aguas limítrofes
Tampoco toca febrero tambores de guerra a la Primavera
ni ondea el viento de la montaña mas bandera que su frescor
ni el árbol guarda más moneda de cambio que sus frutos.

Francisco Pérez Paulete.

1 comentario:

  1. El psicólogo Frederik J. J. Buytendijk, reflexionando acerca de la diferencia existente entre animal y hombre, escribió: «El hombre es un animal despierto que se ha restregado los ojos y mira sorprendido en torno a sí porque ve “lo otro”, porque enfrente de sí tiene un “mundo” que le es dado como un don inmotivado e inexplicable».

    ¿Fue la aparición del australopiteco el punto de partida de la hominización, y con él el comienzo de la cultura y la historia del hombre? Si es así, ese sentimiento de identidad y de toma de conciencia-aunque de una forma primitiva- debió empezar en ese instante cuando el hombre emergió de la oscuridad y el silencio en el que estaba sumido.

    Entre ese estado de conciencia primario de nuestro antepasado común, y la actual conciencia humana sobre el mundo, promedian nada más y nada menos que un millón de años…de cultura. Un tiempo relativamente corto si se tiene en cuenta la edad de nuestro planeta, que a juicio de geólogos y geofísicos, datan esa edad entre 4.400-5.100 millones de años. Naturalmente, detrás de ese homínido bípedo del que probablemente descendemos, no había sino sombras, nada que heredar al menos intelectualmente.

    La selección de los cambios genéticos en los individuos propiamente humanos, debió tener lugar en el transcurso de muchos miles de generaciones. Esos individuos estaban sujetos a formas de selección para la supervivencia, formas que venían determinadas por una escasa aunque suficiente cultura organizativa y de supervivencia, influenciadas por el medio ambiente en el que vivían entonces. Un medio ambiente en estado puro que el incipiente hombre y el resto de animales respetarían, precisamente por esa falta de toma de conciencia a tenor de la supina ignorancia del ser humano de entonces, toma de conciencia que ahora reclamamos con urgencia. El hombre actual es el único animal que no respeta como debiera esa naturaleza. Su propio destino, implícito en su imparable crecimiento, hace que paradójicamente, vaya destruyendo (en esa inevitable marcha hacia adelante), aquello sin lo cual no podría seguir viviendo y progresando.

    Por razón de la condición de que está hecho el ser humano, está irremediablemente condenado a progresar porque: Es curioso, inteligente, emprendedor y, sobre todo, ¡ambicioso!
    El progreso tiene un precio que el ser humano como inventor e impulsor del mismo, empieza a pagar ya. Lentamente al principio, pero al igual que la proyección de ese progreso imparable que irá creciendo siempre en base al último hallazgo científico alcanzado, así el precio a pagar irá creciendo en la misma nefasta proporción y, cuyos efectos, comparables a un desconocido y terrible seísmo, irá destruyendo al final todo lo creado por la incontrolable y ciega expansión de la ambición humana.

    Tal vez esa madre tierra sabedora del destino de sus hijos, haya dotado al ser humano de los conocimientos suficientes, inculcando en la mente de todos la necesidad de un nuevo hogar en otro lugar del espacio. Creer en la regeneración total de la raza humana, manteniendo así la esperanza de un hombre nuevo capaz de comprender por sí mismo la necesidad vital de velar por el planeta, es convertir esa confianza en una utopía, porque éste, allá donde vaya creará las mismas condiciones de vida social, ya que la mente que la gestiona será la misma. Mientras no seamos capaces de seleccionar inteligentemente los privilegios alcanzados por el progreso, y de los cuales hacemos un uso incontrolado y salvaje, este planeta no solo no se recuperará del daño ya infringido, sino que su deterioro continuará quizás hasta su destrucción.

    “La Tierra, es esa balsa cósmica donde naufragamos todos. Pero, ¿hacia donde?


    Óskar Raff

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