Las migraciones humanas
han existido desde el propio origen de la Humanidad. Y esto es así
como un fenómeno que es derivado de una necesidad vital que se da en todos
reinos de la Naturaleza, desde una sinergia que procura su expansión,
mantenimiento y evolución cada vez mas compleja de sus diversas
formas para dar expresión maravillosa de la vida misma.
Por lo tanto migración
es el propio movimiento que ejerce la vida y la materia en aras de su
evolución y sostenimiento. Todos los elementos químicos presentes
en nuestro planeta y en nuestros propios cuerpos humanos son fruto de
un movimiento continuo expansivo y esparcido de la energía en sus
diversas formas. Así pasa de manera imperceptible con la deriva de los continentes, transformando sus lechos marinos en majestuosas cadenas montañosas. Las mismas estrellas en su dilatada dinámica de
miles de millones de años, nacen, se desarrollan y mueren en un
proceso implosivo y explosivo hacia los confines del oscuro espacio interestelar, condensador y diseminador al mismo tiempo de sus elementos químicos, en una
interdependencia inevitable para explicar el orden cósmico. Los
mismos cometas, asteroides y meteoritos son migrantes espaciales.
Centrándonos en la cuestión de las migraciones humanas, sin ellas no se explicaría, o
mejor dicho, no existiría la riqueza cultural, comercial y de
pensamiento que ha producido la Humanidad desde sus albores hasta el
presente, pero al mismo tiempo ello ha sido motivo de conflictos,
motor que ha impulsado choques bélicos, conquistas expansivas de
imperios, guerras religiosas para la conversión de infieles de las
distintas creencias, etc.
Las naciones mas
poderosas y “desarrolladas” que hoy plantean el fenómeno de la
inmigración como un acuciante problema a atajar, desde ciertas
acciones de gobierno y alimentadas por una parte cada vez mayor de
sus sociedades, debieran social, política y religiosamente
reflexionar sobre el proceso histórico de evolución que les ha
llevado a ser lo que son hoy día. La gran mayoría desconoce o no
quieren ver, que los intereses nacionales identitarios y el cúmulo
de sus privilegios sociales y económicos que hoy tienen, y que
afirman ver amenazados, fueron cimentados con sus propias
emigraciones bélicas y colonizadoras, desde un pasado lejano hasta
mediados del pasado siglo... y hasta en el propio presente. Sí,
porque las potencias económicas y militares europeas, norteamericana, asiáticas,
y alguna que otra emergente, continúan con su impulso
succionador de recursos naturales de los países del Tercer Mundo,
sí, muchos de los cuales aparte de pobreza, con inseguridad jurídica
y sin garantías de Derechos Humanos básicos, no tienen otra cosa
que exportar que desesperados seres humanos migrantes, bajo un
“efecto llamada” que antes que nada resuena en sus pobres lares
como cantos de sirena que prometen un Dorado inalcanzable casi
siempre para ellos.
Es cierto que una vez superadas las amenazantes barreras líquidas de mares, el engaño y explotación de mafias inhumanas, de saltar a duras penas muros hormigonados cada vez mas altos o de franquear alambradas cortantes, parece inevitable que algunos porten en sus míseras mochilas intenciones oscuras de crueldad y conflicto, pero son una minoría ínfima en comparación con la dignidad del resto. En cambio, ha sido masivo y lo es aún hoy en día el despiadado interés egoísta de multinacionales occidentales que les expolian sus recursos naturales a cambio de casi nada, o el sufrimiento geopolíco originado por conflictos bélicos con intervención extranjera, como ejemplo los casos recientes de Irak, Libia o de Siria en el presente.
Es cierto que una vez superadas las amenazantes barreras líquidas de mares, el engaño y explotación de mafias inhumanas, de saltar a duras penas muros hormigonados cada vez mas altos o de franquear alambradas cortantes, parece inevitable que algunos porten en sus míseras mochilas intenciones oscuras de crueldad y conflicto, pero son una minoría ínfima en comparación con la dignidad del resto. En cambio, ha sido masivo y lo es aún hoy en día el despiadado interés egoísta de multinacionales occidentales que les expolian sus recursos naturales a cambio de casi nada, o el sufrimiento geopolíco originado por conflictos bélicos con intervención extranjera, como ejemplo los casos recientes de Irak, Libia o de Siria en el presente.
Siempre se ha dicho que
no es posible ponerle puertas al campo. Y esto es así, y lo será cada
vez más con la permeabilidad inevitable de las fronteras, suelos que
a un lado y otro de las mismas comparten la misma composición
edáfica, con ríos que no han
pedido jamás permiso ni han mostrado documentación alguna en su geológico transcurso, igual que las aves que surcan los cielos en
sus ciclos naturales de viajes migratorios. Líneas de ficción que no existen en la
Naturaleza, la que por cierto ofrece sus recursos para todos, igual
que la luz y el calor del Sol. Durante mucho tiempo las hoy
indignadas islas patrias del bienestar lograron disfrutar de su privilegiada situación teniendo en relativa calma al controlado oleaje de la
marejada paria, de esos otros desconocidos e ignorados humanos
acuciados por hambrunas, epidemias y falta de recursos básicos para la vida, pero en un mundo tan globalizado como el actual,
realmente no habrá puertas posibles para el campo, ni para el mar.
Por otra parte, la presencia y hasta demanda regulada con generosidad de ese flujo migratorio, se hace
indispensable para los propios estados que los reciben, por su
paradógico problema de natalidad entre sus propios conciudadanos. Esa mano de obra migrante ya fue indispensable en las reconstrucciones nacionales de
la última postguerra mundial. Igualmente resulta indispensable el esfuerzo y compromiso del migrado por adaptarse y respetar las normas, costumbres y singularidades propias del país que los acoge.
La reflexión final no podía ser otra, y es
que urge mas que nunca pasar del interés egoísta de los
nacionalismos patrióticos a la búsqueda del Bien Común de un todo
llamado Humanidad.